Disidencias a las calles
- Martina Montorvino
- 6 dic 2019
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 9 dic 2019
El sábado 9 de noviembre la Ciudad de Córdoba vivió una jornada llena de euforia y emoción en la 11° Marcha del Orgullo Disidente.
Entre carrozas y comparsas, los reclamos de la comunidad lgtbiq se hacen escuchar y buscan un espacio en la agenda política y mediática nacional.

Fotografía por Candelaria Freytas.
No quedan dudas de que marchar es una de las armas políticas más importantes de las nuevas generaciones para manifestar opiniones, acuerdos y desacuerdos. Salir a la calle, levantar las pancartas, entonar cantos de lucha y revolución son instancias claves que configuran el clima de pertenencia; cuestiones que, quizás, únicamente las personas que formaron parte alguna vez de una manifestación entenderían en su totalidad.
Durante el 2019, en Córdoba particularmente, se marchó para exigir justicia por las víctimas de femicidios, para reclamar acciones reales de parte del gobierno con respecto a la crisis climática, para apoyar a diversos candidatos a presidentes de la nación, entre otras.
Es imposible negar que el evento que hace más de una década congrega a miles de personas y moviliza cada espacio de la capital es, sin duda, la Marcha del Orgullo.
Con la Ley de Identidad de género y la Ley de matrimonio igualitario rigiendo en todo el país, sumado a el desarrollo de una generación de jóvenes empáticos con las disidencias que pisotean viejas creencias y modos, surge la temida pero aún así repetitiva pregunta:
¿Continúa siendo necesario ocupar las calles en exigencia del reconocimiento y el respeto de una comunidad cada vez mayor?
Fotografías por Candelaria Freytes.
Antes que nada, analicemos.
Según Agencia Presentes, el año pasado en Argentina existieron, por lo menos, 94 crímenes de odio, acciones motivadas por la orientación sexual, la identidad o expresión de género de las víctimas. Estas cifras configuran un dato que estremece: un asesinato o ataque cada 77 horas.
El 50% de los casos registrados corresponden a mujeres trans (travestis, transexuales y transgéneros), el 38% a varones gays cis, el 11% a parejas lesbianas y, por último, el 1% a varones trans.
Si bien las cifras del 2019 todavía no están cerradas, titulares como “Ataque homofóbico en Chaco: lo golpearon hasta dejarlo casi inconsciente”, “Salta: Policía atacó a una mujer trans en plena calle” o “Un joven gay fue atacado por su vecino con un ladrillo: lo golpeó hasta desfigurarlo” resonaron en diarios y portales en todo el país demostrando que, lejos de haber quedado en el pasado, los crímenes de odio siguen perpetrandose con total naturalidad.
El promedio de vida de una persona trans en América Latina y el Caribe, varía entre los 35 y 41 años, a diferencia de la expectativa de vida general de la región que es de 75 años, según el medio cordobés LaTinta.
Se estima que el colectivo trans está conformado por entre 7 y 10 mil personas en nuestro país, cifra calculada por organismos independientes ya que los censos aún responden binariamente en cuestión de géneros.
Además, según LaTinta, cerca del 90% de las personas trans se encuentra por fuera del mercado formal, vive en la pobreza y el 95% ejerce la prostitución en situaciones de extrema marginalización. El VIH, la silicona industrial y los asesinatos configuran la primera causa de muerte.
En Córdoba este año, el proyecto de ley "Cupo laboral trans" fue rechazado por el concejo deliberante y lejos está, según el medio ElResaltador, de aprobarse o de tratarse nuevamente la propuesta.

Fotografía por Candelaria Freytas.
Y todo esto sin mencionar la ausencia de tratamientos hormonales correspondientes en todos los hospitales, los faltantes de medicaciones para “la comunidad seropositiva”, los problemas en torno a la ley de educación sexual integral y su aplicación parcial, entre otras cuestiones.
Sí. Fueron las nuevas generaciones quienes impulsaron leyes y disputaron cuestiones de género para que lleguen a la agenda de los medios y de la justicia. Son las nuevas generaciones quienes deben dar la pelea que falta y cubrir la deuda eterna con la comunidad lgtbiq; un colectivo que aún hoy, 2019, debe luchar para poder atenderse de manera completa en un hospital, conseguir un trabajo o darle la mano a su pareja en la calle.

Fotografía por Candelaria Freytas.
Pisar las calles, ocupar los espacios y alzar la voz sigue siendo más que necesario. Bien sabemos a esta altura de nuestra historia que el orgullo es una respuesta política, pero también la herramienta fundamental para la justicia y la inclusión.
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